lunes, 17 de febrero de 2014

Construyendo Calíope (vol.6)


Welcome to the [sander] machine

Con el calco encargado y la guitarra pintada "en bruto" (nótense los churretes de la figura de la derecha), quedaba enfrentarse al lijado.

La primera capa de pintura fue demasiado densa, las siguientes mejoraron al ir mezcladas con disolvente, y cuando le enseñé el resultado a Lorena (que es alguien en quien muy de fiar en materia de pinto y coloreo, a sus palabras me remito) me dijo que estaba de sobra y que lijase ya. Le había dado varias capas finas intentando dejarlo lo más plano posible y la verdad es que el lijado (casi hora y media sin parar de darle) rápido me llevó a resultados mejores de los esperados.

Realmente quiero que la guitarra salga lo mejor posible, y aunque tengo el comodín de "bueno, es la primera", tampoco pretendo pasarme la vida con esto, así que, cuanto mejor haga cada cosa que haga, menos tendré que subsanar en la siguiente etapa y más fácil será llegar a un buen resultado. Mi primera guitarra eléctrica, de no más de 150 euros, tenía acabados estupendos, así que no me voy a dejar llevar por la disculpa de la falta de material adecuado así como así ni me voy a conformar con conseguir algo menos bueno.

De manera que, después de hora y media de lija, decidí aplicar un poco de disolvente a las partes menos lisas, de cara al lijado final, y a ello me puse, disolviendo algunas zonas complicadas del contorno del cuerpo e intentando calmar las aguas en la parte trasera, así como aplanar unos picotazos que salieron también detrás por lijar la parte delantera con la guitarra apoyada sobre la mesa a través de un papel en el que habían quedado algunas pelotillas de pintura (otra cosa que aprendí: mejor trabajar con la guitarra apoyada sobre el cuerpo (al menos para esto). Peor para la ropa, pero mejor evitar pegotes y rayones. Esto del disolvente se lo debo a mi amigo "el Cuñao", que parece que tiene la paciencia y conocimientos como para ponerse a ello y sacar adelante proyectos como este con toda facilidad, así que desde aquí le animo a ello!

Esto puede parecer el cuento de nunca acabar, pero ese paso fue un salto cuántico comparado con lo que parecía que iba a ser una carrera de fondo contra los churretes y un cuerpo que engordaba un poquito a cada capa. Así que tengo que darle las gracias a mi mujer por su consejo de tirar para delante y no preocuparme mucho de si se veía la madera tras lijar, dado que el poro, pese a todo, quedaba de sobra tapado.

Lo que he aprendido de la fase de pintura es que sin el mezclar el acrílico con disolvente (me dijeron entre un 5% y un 10%, pero me atrevo a recomendar hasta un 20%), el lío está asegurado. Y cuando digo lío digo aguas, pegotes y churretes. Lo dicho, mejor no confiar la solución de una fase (pintar) a la siguiente (lijar), mejor minimizar problemas para poder tirar menos de soluciones improvisada.

Del lijado, al final no sé muy bien qué recomendar, porque hablaban de las de grano 200, 400, 800 y 2000, pero en la práctica es complicado saber de qué grano es cada lija o conseguir las de grano 2000.

Siempre de más grueso a más fino, es decir, de menor densidad de puntos (200) a mayor (2000), que siempre serán menos erosivas. Y sobre todo, lo importante no es tener la lija más agresiva para hacerle la guerra a los churretes, sino más bien, asegurarse de que no haya churretes y poder lijar con toda tranquilidad. Así que, para no dejarle mucho trabajo a la fase de barniz y confiar en que alise la superficie, es mejor pelearse uno o dos días más con las lijas hasta conseguirlo.

Con el cuerpo lijado definitivamente, lo siguiente fue preparar la habitación de barnizar, para empezar a rociar de nitrocelulosa, tanto el cuerpo de la guitarra como el mástil. Y así quedó la cosa, dispuesta para la acción.


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