martes, 4 de noviembre de 2014

Restaurando otra guitarra!

¡Buenas tardes! ¡Y cuánto tiempo! Casi que desde que no nos dedicamos a construír guitarras no pasabamos mucho por aquí...

Pues hablando de lutheradas amateurs, el domingo me llegó un encarguito... Una guitarra Shiro de la que no sabíamos nada. Pues bien, esta guitarra, modelo SW-20B es una versión japonesa de la Gibson Hummingbird, imitada con todo lujo de detalles y, hasta cierto punto, me atrevería a decir que con buenas calidades.

Shiro, marca de la que no sabía nada, fue la precursora de las míticas Aria. Si alguno empezó a tocar más o menos cuando nosotros, igual tuvo la suerte de hacerlo con una Pro II. Desde luego, se nota que mantuvieron los materiales. Solamente el dueño de la marca, Arai Shiro, le pegó un cambio disléxico a su propio nombre y logotipo para tener una marca más occidental y vendible.



La guitarra venía un poquito tocada. Rozada por haber sido guardada sin estuche, sin la cejuela superior, y con una buena limpieza por hacer.

Lo primero fue comprar una cejuela nueva. 0,85€ en Ramírez, de plástico, pero para poder ir viendo si merecía la pena el esfuerzo, es estupendo. Ya habrá tiempo para que un luthier le ponga una de hueso a medida.

Después, una de limpieza de madera y diapasón con los líquidos de Dunlop, ¡que da gusto usarlos! Se veía que la madera, pese a todo, estaba en buen estado, y estructuralmente, la guitarra no tenía daños, y todo quedó bastante pulcro.

Presenté la cejuela y afiné un poco una de las cuerdas y el trasteo era brutal, de manera que tuve que elevar un poquito el hueso del puente. Perderemos un poquito en acción, pero evitaremos tocar el alma.

Lo siguiente fue pintar los roces, sobre todo en la pala. Aquí hice un trabajo efectivo en tiempo. No se trataba de una restauración muy profesional, pero sí de rejuvenecer un poco esos rasgos de vejez. Un pincel y un bote de pintura acrílica. Me planteé dar nitrocelulosa, pero lo desestimé de inmediato. La idea era trabajar rápido y no desvirtuar el instrumento. Con eso y un poquito de cera de carnaúba para eliminar el sobrante, la cosa se quedó en un punto más que digno.



La pala, antes y después de limpiar, poner la cejuela, tapar un poco los picotazos y cambiar los tornillos de la tapa del alma quedó así.


También tuve que encolar los laterales del mástil, de hueso, que se estaban despegando, y de paso, la cejuela, que con la pintura anterior, también ganó bastante.


Tampoco pude reutilizar los tornillos originales, así que puse otros que pudiesen tener buen aspecto. Creo que son de reutilizados de alguna otra guitarra eléctrica, no lo sé seguro.

 
El resto ya fue limpiar las piezas de plástico que recogen las cuerdas, poner cuerdas y afinar. Así quedó, aunque no se aprecie mucha diferencia desde ese plano tan global.


 Comentarios varios:

1. Está un poquito desoctavada porque la cejuela es excesivamente alta. Tiene margen para pulirse, así que sin problemas, debería conseguir que sea más lineal y, de paso, que la acción bajase un poco.

2. Está por ver que las clavijas resulten lo suficientemente precisas, pero también podría sustituírlas si fuese necesario por otras con mejor mecánica ¡Será por piezas!

3. Como con Calíope, cierro el post antes de terminar la obra, jeje...

4. No soy un luthier, pero algo de medicina de supervivencia vamos haciendole a las guitarras ;-)

Espero que os haya gustado!!

Javi Mora